Carcasonne es Europa





Europa está rodeada de muros, en Melilla, en Hungría, en Macedonia, en Calais, en los puntos estratégicos por los que pueden colarse los invasores.  Europa es hoy una fortaleza amurallada,  igual que Carcasonne.  esto ha sido determinado por el desarrollo de tres factores esenciales: la comunicación, la tecnología y el miedo.

En Carcasonne, el Obispo era dueño de la tercera parte de la ciudad. Los nobles y los militares expulsaron a la plebe solo para darles un mensaje: vamos a reconstruir esta ciudad para que haya orden, porque somos nosotros los que ostentamos el poder. Carcasonne , la ciudad que se destruyó y se volvió a armar para que hubiera un solo puente donde cobrar impuestos, es en realidad un mensaje: los que ostentamos el poder somos nosotros. Y los que no somos nosotros, pagan. De los tres factores del desarrollo humano, tal vez el más importante es la comunicación. Carcasonne y Europa dicen algo: Estamos aquí, somos inexpugnables. Aquí hay seguridad, los muros nos protegen.

Con el advenimiento de la tecnología que permite volar la piedra, canones, locomotoras, elementos mecánicos, los muros de Carcasonne se trasladan hacia lo que se define como fronteras nacionales o imperiales. Los muros llegan donde puede llegar la tecnología, el segundo factor clave del desarrollo. Los muros tienen la función de la defensa y deben ser capaces de resistir cualquier ataque. Además de los ejércitos invasores deben resistir, por ejemplo la presión de familias desplazadas, el hambre y  la enfermedad de los que no son como nosotros, los que estamos protegidos dentro del perímetro que abarca el muro.

No es la economía, ni la sociología de una masa que deposita en pocos la capacidad de supervivencia del conjunto lo que determina el desarrollo de un espacio amurallado.  Ni siquiera es la relación de explotación que imponen las clases dominantes sobre una población que no tiene otro remedio que obedecer. El factor clave es el miedo. En Carcasonne el obispo, artífice de los vitrales que ensalzan el poder superior sobre él y sus súbditos, el noble y el militar y el último plebeyo siervo de la gleba excluido de los beneficios del muro, están convencidos de que hay algo que los supera. Y ostentan un miedo arcaico, visceral, a la naturaleza, al entorno, al paisaje, pero sobre todo, al diferente. El diferente es el que no está controlado, y lo que debe ser excluido por esas paredes inmensas que tapan la visión y el entendimiento.

En Carcasonne, la fortaleza amurallada de Europa, encontramos lo que define a Europa como entidad separada de su vientre, la tierra. Encontramos la humanidad escindida de su esencia, que es la convivencia, inmersa en el miedo y  sometida al poder de quienes pueden cobrar el diezmo.

La comunicación, la tecnología y el miedo, en el siglo XIX y XX generó alambres de púa y trincheras móviles que protegían fronteras nacionales e imperiales.  Hoy las paredes digitalizadas de Europa no son solo de hierro, electricidad e informática, están hechas de valores xenófobos arraigados en la historia y  reflejados en el paisaje. 



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