Cansado
Ha
llegado un tiempo de sincretismo, de síntesis, de dialéctica entre el suicidio
y la utopía. Construimos varios mundos en paralelo, simétricos y asimétricos.
Encontramos el vacío más absoluto en el lleno completo. Las sustancias y los
objetos han invadido nuestros cuerpos como nunca. Y como nunca estamos sujetos
a la inmaterialidad del vacío, de la existencia en su sentido más pleno y crudo
y exacto. Ahora es el momento. Y entonces, surgen las voces de los salvadores,
los iluminados que llevan por el camino. Aparecen los culpables y los atajos y
los odios y las viejas consignas para alumbrar algo que no sea esto. Pero estoy
cansado. Cansado de buscar otra cosa, cansado de esos análisis sesudos en los
que hay siempre algún villano, algún tenebroso destino que nos aguarda a todos,
alguna fuerza oscura que nos gobierna desde la oscuridad. Estoy cansado de las
conspiraciones. De los sistemas centralizados de información y control. De las
aritméticas en las que cuenta lo insípido, el sinsentido de la masificación por
la masificación misma. Estoy cansado de la falta de contenido, de la falta de
mensaje, de la falta de contexto, de la falta de razonabilidad y de emoción.
Estoy cansado de las posturas, de la gente que le dice a otra gente como puede
o tiene que vivir. Estoy cansado de las recetas de amistad, amor,
companierismo, solidaridad, envejecimiento digno, juventud eterna y viaje
permanente. No hay recetas. Bienvenidos al club de los que lo han perdido todo.
Haber transformado una promesa en algo podrido no se mérito de una sola
persona. Es mérito mío, es mérito de todos. Y aquí estoy: cansado de los
discursos de los magos, de los célebres y los temerosos. De los apocalípticos y
de los integrados.
Las
voces de la gente pensante, de los grandes íconos de la semántica de lo que nos
pasa, se extinguen para siempre. Hace poco desaparecieron Leonard Cohen, Zygunt
Baumann, Piglia, Galeano, Ceratti, Spinetta, Umberto Eco . ¿Quienes quedamos de
este lado? Quedamos los que miramos todo con un cierto escepticismo. Los que
asumimos el sincretismo, el mestizaje, la arbitrariedad, la incertidumbre y la
falta de esperanza como parte de la condición. Quedamos los que homenajeamos a
esos maestros con una relectura permanente. Quedamos los que sabemos que día a
día hay una belleza inconmensurable en lo cotidiano. Incluso en lo horrendo, en
la fealdad de lo cotidiano. En esa necesidad que tenemos de estar encima unos
de los otros, molestándonos, invadiéndonos, sin respetarnos, hasta en eso hay
algo hermoso. Porque somos parte de una carne y de un tiempo. Somos espíritu y
somos también democracia. Somos alma y somos nihilismo en estado puro. Desde
los locos rompiendo estatuas y sometiendo vidas para imponer un dogma hasta los
que obedecen órdenes para arrojar bombas racimo, estamos sometidos a la
arbitrariedad. Más muros y más calles infestadas de droga y aburrimiento. Más
encerrados por delitos menores y más impunes por genocidio. No importa nada.
Porque estoy cansado. Cansado de los discursos y las acciones pragmáticas. Estoy
cansado de todo. Y la paradoja es, que
en mi propia muerte, en la muerte de estos maestros que me han acompaniado
tanto, en la muerte de la esperanza, anida la vida misma. Cuando ya no esté,
cuando mi voz se calle, seguirá mi voz, la voz de todos, sonando en el cosmos
como una luz en la oscuridad y al fin sabremos que esto, justamente esto, es lo
más hermoso que nos podría haber pasado.
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