Urbanización

Pedro Halac

La casa es apresada por las fotografías, como si un alma oculta se guardara en las imágenes que invaden la intimidad de manera abrupta. Malke, la agente inmobiliaria aparta los retratos de la familia.
-No va a ser un buen reportaje- me dice Erna, desanimada.  
La acompanio a fotografiar la habitación de los ninios. Las piezas de lego están dispuestas de manera geométrica. Un enorme castillo rodeado de autopistas desemboca en la cama semi tendida. Salimos a la galería. Las tumbonas apenas están reclinadas. Las hojas secas, en el otonio tardío, entran en la plataforma de madera hasta hundirla en la decadencia. Los colores de los muebles exteriores están deteriorados por el paso de un viento frío y húmedo. Los tonos de las paredes son tenues y ostentan alguna grieta por la falta de mantenimiento.
Recorro la casa midiendo la luz y sus consecuencias. Me doy cuenta que estoy haciendo la inspección solo. La agente inmobiliaria ha dejado que descubra por mi cuenta los espacios fotografiables y desaparece en silencio.
 Reencuentro a Malke en el rellano de la escalera. Tiene una expresión extrania, sus ojos se pierden.
-Los postigones de arriba son difíciles de abrir- ella parece no oírme- ¿me ayudas?- le insisto.
 La mano de la agente inmobiliaria apenas me roza cuando tira la perilla para atrás. Es una piel  gastada por mil batallas. Tiene una mancha azul en el antebrazo, parece algo reciente. La fotógrafa hace su trabajo con la tranquilidad de que la editorial al final se pondrá al día con sus honorarios. Es la cuarta casa que relevamos esta semana con la misma inmobiliaria. Malke ha sido locuaz y amable cada vez que ingresábamos a una de estas viviendas al lado del golf. En la urbanización todos parecen conocerla.  La agente se involucra en la vida de las personas que compran o venden viviendas y va develando algunos de sus secretos a medida que recorremos las casas en venta .Pero esta vez Malke no nos habla. Sostiene los cuadros con fotos entre las manos en silencio y me ayuda con los postigones. Corre al banio y se queda encerrada.
Erna me llama y bajo a la cocina. La luz suave que entra por la ventana que da al patio interior delata que ha quedado un cuchillo descolocado sobre la mesada. Erna también me seniala el horno abierto con una cacerola sin lavar y lo saco del cuadro. Antes de subir a acomodar la suite veo los ladrillos de lego esparcidos por el living junto a la chimenea.
 Erna termina con la cocina y sale a hacer la fachada. Subo y cuando paso junto a los postigones veo los portarretratos en el suelo. Es ella con los ninios, frente al golf y la piscina, es Malke. El hilo rojo atraviesa la puerta del banio  y baja por la escalera. Erna  grita. Acaba de entrar y la cámara se le  ha caído en medio de la sangre.


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