Bienvenidos a la cinta de Moebius

La cinta de Moebius, las torres de Escher, los laberintos de Borges,  el mito de Sísifo, el espejo de Alicia, el hilo de Ariadna, otra vez, las ruinas circulares de Borges…¿qué tienen que ver con este poeta vivo recitando sin fin en un túnel de mosaicos cuadrados?



Los transeúntes provienen de un afuera, se internan en un adentro plagado de posibilidades, en la inmanencia del recuerdo, del olvido, de la música perenne de lo ausente y de lo presente. Vienen hacia el arte en definitiva, ese espacio de puntuación que nos salva del caos y de nuestra propia banalidad letal.



        Estas construcciones metafóricas, extensas y plagadas de símbolos ancestrales, la cábala misma con su inversión del significado. Todas esas construcciones mitológicas parecen tener un barro común. Un barro subyacente bajo la pátina de la cotidianeidad e incluso del arte y la literatura mismos: ese barro tal vez, del hermosísimo músico Spinetta. Una formulación abstracta y a la vez concreta. Un fluir de la conciencia del transeúnte.
La pregunta, ese barro pantanoso en el que nos podemos hundir, nos deja en la angustia de la incertidumbre más que en la certeza de la respuesta.¿Qué es entrar a un sitio? ¿Qué es salir intacto, o ileso, o cambiado, de una experiencia? ¿Qué es la transición de un estado a otro? Venimos de un estado exterior: la calle, del parking, del tráfico. Vamos hacia un estado interior: el arte, la música. Vamos a recuperar algo perdido, algo inocente y a la vez tétrico: nuestra propia identidad, nuestro elemento.


Allá vamos. O allá volvemos. O desde ahí venimos. La ambigüedad Escheriana, ese laberinto Borgiano, ese mito en el que no sabemos si la piedra de Sísifo sube o baja. Cada vez que estamos arriba volvemos a ver el abismo que se nos viene encima y viceversa: cada vez que estamos abajo sentimos  el vacío y necesitamos la piedra para llenar algo que se nos escapa.



Esta monotonía cadente, esta música que nos acompaña a través del universo abierto de la palabra, nos invita a una toma de posición en este espacio de transición. ¿ Avanzamos o retrocedemos? ¿ Entramos o salimos? La duda es una angustia con la que aprendemos a convivir, pase quien pase por este espacio interminable, se queda ahí y se va al mismo tiempo.

Ese Universo simbólico que nos regalan los maestros, se recupera en encuentros en los que la idea a descubrir es la idea a recuperar: una idea que tiene que ver con los sueños y las pancartas y los objetos. Una idea concreta que se desarrolla en el espacio a partir de mosaicos cuadrados, pinceles de colores o palabras enlazadas. Una idea poética, lúdica, abierta, que nos libera del tremendo peso de la comprensión y de la razón.


La razón quiere  ayudarnos a salir del laberinto, quiere entender si sube o baja la torre, quiere saber si la piedra está ahora en movimiento descendente o ascendente.  No nos sirve, pero está. También la podemos invitar a colaborar en nuestro juego intuitivo, un poco perverso, un poco perdido.

Los que hemos leído a los maestros, los que transitamos los espacios intermedios y nos hemos hecho amigos de la angustia del agujero negro, nos sometemos al castigo y a la vez a la liberación de escuchar y acompañar.


Bienvenidos a este  trayecto que no se sabe si es de ida o de vuelta. Bienvenidos al arte, a la oportunidad liberadora que nos ofrece la angustia en medio de la nada. Bienvenidos al espacio de la elección y de la creación en la que todo esto no importa mientras podamos jugar y gozar para sanarnos. 

Comentarios

Entradas populares