La grúa


Lo pensé. “Por ahí vale la pena sobrevivir”.




obra: Marcos Tatián


En el tráfico de la AP 7 entrando a Barcelona, exactamente en el km 135, a la altura de Granollers, lo veo venir. El camión gira  a la derecha por el carril izquierdo. Hago la maniobra hacia la izquierda mientras miro desesperadamente el mail en el móvil. Quiero ver si hay algún mensaje nuevo. Es importante. Hay cosas en juego: gente que me llama, el cierre pendiente, cuentas a cobrar, cuentas a pagar.

Quizás vale la pena, me dicta mi instinto, tal vez mi inconsciente. Tengo  que sobreponerme.  

En la fracción de segundo restante me iluminaron los destellos de lo que serán los minutos posteriores: la chatarra en medio del carril obstruyendo el tráfico. El policía: “¿estaba mirando el móvil, alguna distracción tal vez?”. La prueba de alcoholemia. La disposición de los ocupantes de los tres coches de adelante  a un juicio por una fractura de cuello dolosa con culpabilidad evidente de mi parte.  El traslado de la chatarra en una grúa a un taller donde mirarán los restos del vehículo con desdén, colocándolo en la esquina para el desguace. “Ni vale la pena hacer el presupuesto…seguro todo riesgo no hay  para vehículos tan viejos” , el veredicto del chapista. Llegar a mi casa de divorciado. Hacerme de cenar y pensar: “se me viene un juicio y encima no he pagado el seguro ni tengo para el alquiler”. La voz de mi ex mujer “te merecés lo que te pasa”.  La radiografía de columna vertebral con triple factura y posibilidad de discapacidad permanente. El cuerpo tan dañado como el vehículo. Mis hijos frustrados porque esta semana no hay vóley ni guitarra. “A papá se le estropeó el coche y se lastimó”.


El camión que gira no tiene tiempo de reaccionar. Es una masa de cien toneladas sobre mi cabeza. Me aseguro de que sea fácil trasladar la chatarra. Irá directo al desguace con mi cuerpo carbonizado para evitar gastos de entierro y reparación. 

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