Blues de la revolución
Ha terminado la segunda canción, es un descanso para el piano y el bajo. Lontano y Samuel abandonan el escenario y se acodan en la última mesa, junto a la puerta del Savori. Están lejos de la voz de Diana, la cantante del trío, que se pierde en un solo a capella, un góspel.
En la
mesa hay lugar para un Bloody Mary y un Martini. Las palabras de los músicos retumban,
confundiéndose con los ecos del blues que entona la rubia al fondo de la barra.
En el restaurante del hotel del lado, el Old Prestige, una pequeña multitud de
borrachos sigue un partido. Hasta el
barman está pendiente de los goles y la barra del Savori está vacía a ambos
lados.
-No me digas que no estás de
acuerdo Lontano…
-¿Con qué?
-Con lo que está pasando…
-¿Qué está pasando?
-El cambio, la polarización,
la posición que hay que tomar…
-¿Cuál es la posición que
hay que tomar Samuel?
-¿Vos de qué bando sos?
-¿Cómo me preguntás eso Lontano?
es lógico…
-No sé, tengo dudas…
-No son tiempos de dudas Lontano.
Es el amanecer de la historia. Suena la
canción de los labradores. Necesitamos la fuerza de la convicción, hoy no se
puede dudar….
-¿Ah no?
-La historia nos enseña Lontano.
Estamos aquí por alguna razón…
-¿Cual sería esa razón, Samuel?
-Queremos que esto cambie de
una vez ¿no?
-¿Y cómo tendría que ser?
-Mejor.
-¿Mejor que qué?
-Mejor de lo que es…
-¿Y qué tiene de malo esto?
-La desigualdad, la pobreza,
el abuso, las multinacionales, los explotadores, la asimetría …Hay una historia
Lontano. Hay una identidad … Es lo que dice todo el mundo…
-¿Todo el mundo?
-Sí… todo el mundo está
hablando de esto.
Los músicos se miran como si no se conocieran. Pareciera que en ese local de catacumba no hubiese más que una mujer, al fondo, cantando un gospel, en la semi penumbra. Parece que Lontano y Samuel hablaran de eso por primera vez.
Los músicos se miran como si no se conocieran. Pareciera que en ese local de catacumba no hubiese más que una mujer, al fondo, cantando un gospel, en la semi penumbra. Parece que Lontano y Samuel hablaran de eso por primera vez.
-Me vuelvo Samuel, no
entiendo nada.
-¿A dónde te querés volver Lontano?
-A la Patria…
-Todos nuestros próceres
murieron pobres…Ahí no se puede volver. Una vez que te vas por mucho tiempo
estás perdido…
-No soy un prócer Samuel. Y
si hay una Patria… es la que a mí me toca. Buenos Aires. Ahí tengo que volver.
-Es el momento de estar acá,
en cuerpo y alma.
-¿Vos crees?
-Sí, yo creo.
-Volver a Buenos Aires, eso necesito.
No me identifico con esto, no es lo mío Samuel, no lo siento.
Diana mira desde la silla
que se tambalea sobre la tarima de madera. Deja de cantar. Se incorpora,
ya nadie la escuchaba.
-Lontano, no son momentos de
dudas. Además ¿de qué Patria estás hablando?
- La Patria de la Infancia. Ahí
donde podemos ser todo lo que queríamos ser,
proyectarnos …El Barrio de Flores, los tipos que te ponen un cuchillo en
el cuello en Constitución antes de subir al tren. Eso es la Patria Samuel…-
Lontano hace un silencio largo. La calva le brilla con el reflejo de la pálida
luz roja. Su cara larga se estira mientras termina el Bloody Mery de un trago. -
En realidad Samuel, tenés razón, la Patria no existe, es un invento. Eso de la
infancia es un cuento chino. No hay donde volver. Acá tampoco se puede estar. Por
eso tengo dudas…Esto no es lo mío. El concepto de Patria no me sirve. Me siento
como Gardel, anclado en esta ciudad de
piedra Samuel…
-Lontano, es como si
tuvieras anteojeras.
-Samuel, no me jodas, vos no
te crees la que te están vendiendo.
-Lontano, quedate, volvé. Hacé
lo que quieras, pero no me molestes con tus dudas…yo lo tengo clarísimo, hay
que sumarse a este movimiento.
-Son las utopías Samuel,
ahora caigo. Eso es lo que nos está jodiendo- Lontano apura el Martini- La Patria, la revolución, son cosas que no
existen. Ni siquiera Buenos Aires es una ciudad real. Son utopías y eso es lo que
nos está matando a todos: ir atrás de esas utopías como si fueran reales.
Diana
se sienta en la mesa rectangular, entre Samuel y Lontano. Cruza sus eternas piernas con algún esfuerzo, rozándolos
a ambos. El hielo de los tragos largos de cada vaso hace brillar sus mejillas
azules. Sus labios con rouge se aferran
al Martini helado que Samuel no había terminado. Ella luce frágil, su vestido
negro muestra el escote abierto, ceñido a sus curvas. Su cabello lacio cae como
una madrugada de trigo sobre el asfalto. Diana posa la mirada verde en los ojos
de Lontano. Su piel esbelta lo roza por abajo. Cuando siente la pierna
acariciando sus dedos Lontano se convence de que es una escultura de veintidós
años construida de caricias. La respiración
tenue acompasa esa vibración de animal despierto. Samuel hace como que mira hacia la puerta del
bar. Está esperando que todavía a esa hora entre alguien. La voz del pianista suena
ausente:
-Diana, esa canción ya no es
la misma
-Samuel, corazón. Es la mejor versión de un blues que puede haber
en una ciudad muerta…
- Si, si, la convertiste en un tango de Piazolla.- Samuel
le quita el Martini, acentuando la humillación. Se lo termina esta vez
contemplando la barra y el escenario vacíos. Ella mueve sus dedos largos en
dirección al vaso. Su mano se encuentran con la de Lontano en el frío del vaso posado al borde de la
mesa. A Lontano se le escapa una sonrisa. Es un tipo adusto. La calva lo hace a
primera vista diabólico.
-De música no tenés ni idea
pelado. Dedicá tus dedos a algo más productivo que tocar ese bajo, no le pegás
una. ¿no le diste bien al cuarto acorde te diste cuenta? …Voy al baño
Lontano
la sigue. Samuel apura, solo, otro Bloody Mery. Dos borrachos pasan por el
pasillo del Old Prestige en dirección a la calle. El partido ha terminado.
Lontano
y Diana se besan entre el baño de hombres y el de mujeres. Se ahogan en un
suspiro alcohólico. Las manos de Lontano, de pronto despiertas y precisas, recorren
los rincones de la piel de Diana. La van poblando de terciopelo. Encuentran un
suspiro en cada esquina de su humanidad. Cuando Lontano recorre con su lengua el
centro de ese universo femenino algo se abre. Diana estalla. Todas las flores
dormidas de la ciudad despiertan entre los dedos del bajista. Como si su boca
tuviera la llave del cosmos, o al menos su sabor dulce y espeso por unos
instantes.
Vuelven
a la mesa y apuran cuatro tragos mientras esperan que caiga la persiana en
el Savori. Ya no queda nadie en el hotel ni en la calle. Los tres músicos toman
lo que les dan de paga y salen a caminar. En la calle se fuman el hachís que les obsequió el dueño
del Savori a cambio de tocar. En un rincón
junto a la muralla, Diana alterna con los dos miembros duros, el de Samuel y el
de Lontano, en su boca.
La
ciudad duerme en silencio. Los tres suben la escalera de cuatro plantas del
edificio endeble. En el colchón extendido de la habitación que da al río, los
tres se tocan hasta desfallecer. La luz azul del río se cuela y los adormece. Hasta bien entrada la mañana sus cuerpos
parecen sombras de alguna leyenda de la ciudad poblada de mitos.
Desde el balcón de la cocina Lontano ve como las
banderas avanzan por la Rambla.. Las
columnas se dirigen hacia el mediodía de la revolución. “No se ha tirado una
sola bala, pero el gobierno ha cambiado de mando”, dicen a través de los
megáfonos. Los himnos en la voz no tiemblan. Diana y
Samuel duermen entrelazados. Lontano absorbe la infusión amarga. Ya casi no
queda yerba y el mate está frío. Cuando la bebida alcanzas sus neuronas, logra
pensar y articular algo en la resaca :
-Son las utopías Samuel… es
lo que nos está matando.- Samuel no lo escucha, su cuerpo escuálido duerme abrazado
a la piel extensa de Diana. La escena
parece un cuadro de Rembrandt.
- Mañana viene el desalojo,
boludo. Hace tres meses que no pagamos el alquiler. Si no aparece algún lugar para
tocar esta semana, donde se cobre en efectivo, tampoco habrá comida. Ni Samuel ni Diana se mueven. Lontano decide salir.
Todo el día el bajista ofrece
actuaciones para el trío LSD por la ciudad. Pide un precio módico,
insignificante. La respuesta es siempre la misma. Vuelve de la calle al
anochecer. Samuel está bajado la escalera. Semeja la silueta de un
cuervo. Lleva una maleta pequeña y un portafolio con sus partituras.
Es
tajante:
-. No vuelvo Lontano. Me
harté. No me esperen. Gracias por el esfuerzo de intentar lograr que nos paguen
en estos bares macabros. Me voy, este es el momento, tengo que estar ahí, con
todos unirme a la gran marcha…- Samuel se
pierde en la multitud de la Rambla tomada y atraviesa el puente de hierro.
En el espejo deforme de la escalera la nariz redonda de Lontano
parece más grande. Sus ojos hundidos y su calva siniestra atraviesan el umbral
de la habitación que está a oscuras.
- Vamos a cambiar el nombre
de la banda.- dice Lontano después de un
rato sentado junto al cuerpo desnudo de Diana. - No somos más el grupo LSD, Lontano, Samuel y Diana…Nos
presentamos como el dúo Lontano y Diana- dice, como si hablara solo.
Diana se despereza entre las sábanas deshechas…-. Lo mira..
– LD …Por ahí el cambio de
nombre nos trae suerte…- insiste Lontano.
La cantante besa al bajista hasta que se calla. La noche se asoma por la ventana, sobre el río y otra vez parece eterna. Lontano esculpe a Diana con caricias de tela y se olvida del cosmos, o al menos se sumerge en su olor y sabor eterno.
La cantante besa al bajista hasta que se calla. La noche se asoma por la ventana, sobre el río y otra vez parece eterna. Lontano esculpe a Diana con caricias de tela y se olvida del cosmos, o al menos se sumerge en su olor y sabor eterno.
Comentarios
Sigues siendo un maestro en la crianza de ese clima de desasosiego y oscuro candor, el agobio de la desesperación y la soledad del ser, la liviandad de las heridas, la inocuidad de las palabras. Este trío LSD es el dilema del joven irredento que se aferra a un sueño a mitad de camino entre la realidad que lo desaloja y la utopía que lo desvalija. Buena esa, aunque mi revolución no era tan triste, creo.
Un abrazo, compadre.
Juan Pablo