Ocho tentaciones
¿ Como llegué
hasta aquí? se pregunta Memo y Berta le
responde con una sonrisa sarcástica.
Memo recuerda
las tentaciones. Las ocho tentaciones que lo hicieron caer en la desgracia, las
ocho tentaciones, ocho pecados que ahora lo tienen como lo tienen.
Cuando Memo y
Berta llegaron por última vez al notario el tipo les dio el pésame. Había
muerto su sueño y su matrimonio de la mano de una hipoteca impagable que los
tendría presos el resto de sus vidas.
El segundo
pecado de Memo fue creer. Creer en el sistema, como si el sistema guardara algo
bueno para los que creen en él.
El tercer
pecado fue inmolarse, no pensar en sí mismo. Ser audaz en la generosidad.
El cuarto
pecado fue la velocidad. Fulminante. Que lo había dejado afuera.
El quinto
pecado fue la envidia, la gente lo observó mal y le hizo la cruz.
El sexto
pecado fue la confianza perdida.
El séptimo
pecado fue la lujuria.
El octavo
pecado fue la traición.
Berta sonrió
de nuevo y se fue. Se fue con otro, más joven y menos quemado. Memo se quedó
pensando cual de los pecados había sido el definitivo. Y se quedó solo en su
jardín, mirando el horizonte mientras todo lo que amaba desaparecía, engullido
por un sistema voraz que se lo llevaría a él y a sus sueños al infierno.
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