Todo salió mal, desde el principio

El culebra llegó al departamento de la Collins pasada la medianoche. Se habían conocido con Almirano en la heladería ambulante de Nicki Beach. Estaba eufórico, el gordo, lo había contratado por el verano. Si bien el verano se terminaba pronto. Era 15 de agosto, y como venía la temporada, la cosa no duraría hasta mas allá del 25 de ese mismo mes. Pero eran cinco dólares la hora y al culebra eso le cambiaba la vida. Solo hacia dos meses que había aterrizado en Miami y la nostalgia lo estaba matando. Quería juntar para volverse.
Se pasó quince días como los demás compañeros de piso, vendiendo helado y esperando la próxima joda, la próxima minita para levantarse, el próximo pago del gordo. El sol abrazaba la extensa playa y no se veía más que mar, olas y los cruceros de Carnival atravesando el horizontge. El fin de semana llegaban u hordas de morenos de Atlantic City, de South Carolina, Virginia y hasta de Washington y New York.
El culebra había estado dos veces en el Crown después de lo de las torres y le resultaba intolerable tener que aguantar otra detención por ilegal. Por eso aceptó la proposición del Ricki, esperando no tener que ahondar en la relación con el personaje que decían que había terminado con Pacheco y con Maltodano. La hermana de Ricki tenia un look Shakira y el culebra no hizo más que querer intimar con ella a toda costa mientras duró la farsa. Pero el culebra era tan feo que ni la tía abuela de Shakira se hubiera fijado en él. Además, era tan torpe y corto de genio que había espantado a cualquier cosa digna de llamarse mujer en el vecindario de la Collins.
El culebra hasta se sentía en casa con los hermanos cordobeses, se había podido mudar del antro de la Collins y allí estaba, fingiendo un matrimonio feliz hasta que le tocara la entrevista final del social security. Era cuestión de aguantar un año nada mas, después las cuatro entrevistas y el examen de ciudadanía.
El único problema del culebra era que no quería ser ciudadano yanqui. Extrañaba los mates de tía Rosenda, los vinitos en La Alborada entre Duarte Quirós y Trejo, los baches en todas las calles, los remises, los autos viejos y la peatonal. No tenía ganas de tener la green card y ser uno más. No compartía con los cubanos de la ocho su aspiración por tener la casita con hipoteca en Hialeah, ni la visión de los Target como templos donde todo se consume, con diseño razonable y con precio módico.
El culebra no había sido hecho ni siquiera para Miami Beach, con sus pieles de cocodrilo asomando por la tarde y sus hotelitos art deco con rusas medrosas. El culebra quería volver a Barrio Altamira, donde estaban los amigos del barrio y se podía ver la tele en castellano argentino, no en españool como en Univsion, sino en porteño o cordobés.
Por eso cuando le falló el gordo, es decir, cuando el día 25 el gordo lo dejó sin laburo, se le puso la piel de gallina y no supo que cuerno hacer para escaparse de ese laberinto. Porque lo que había hecho en la temporada no le alcanzaba y tenía ahorros solo para subsistir una semana más en lo de los seis desaforados. Pacheco ya estaba quebrado y se había escapado, parece que Ricki había ido atrás de él a Córdoba. No solo no se la había podido curtir a la hermana de Ricki, sino que todo el plan con Shakira e inmigraciones dejó de funcionar cuando se quedó sin un mango.
Ricki se le acercó con su tono meloso y lo convenció de llevarse la cosa y de pilotar el submarino. Era un plan bastante complicado, pero las cosas se habían puesto realmente duras en la aduana y los discípulos de Pablito se habían puesto ingeniosos.
“Están comprando Kendall, la extensión del Dadeland Mall es nuestra” le susurró Ricki, asi que le metió en la cabeza que el plan funcionaría.
Todo salió mal, desde el principio. El culebra tenía otra pasta que Pacheco. Simplemente no se animaba a mentirle a tipos de la calaña de Ricki, sobre todo a la luz de la evidencia de lo que les había pasado tanto a Pacheco c y parecía que en Europa también a Maltodano.
Así que en vez de agarrar el adelanto y rajar, como hubiera hecho cualquiera de los hermanos de Miami, siguió al pie de la letra las instrucciones. El culebra no solo era feo, también tenía mala suerte. El submarino nunca zarpó. Era un viejo submarino alemán, de la segunda guerra. Hasta se lo alcanzaron a mostrar, en Cartagena, listo para zarpar y cruzar el estrecho hasta Key Biscane. Había cuatro viejas disfrazadas de monjas y un par de camellos con pasaporte diplomático que se apersonarian en un hotelito de Key Largo burlando los guardacostas .. Pero nunca llegaron los encargados de las contraseñas, ni hubo acuerdo con los policías de la aduana. Lo único que le pasó al Culebra, digno de mención en todo el operativo, es que lo metieron en un avión rumbo a Bogotá. Allí lo esperaba un tipo de la DEA y un par de agentes de civil que lo escoltaron para que abordara el avión de regreso a Miami. El avión se la pasó conversando con una tipa muy bonita, parecida a la hermana de Ricki, que no le dio calce y que al final resultó ser otra agente de la DEA. Ni lo empalaron ni lo mutilaron, estuvo unos días en el penal de Crown y el mismo día que cruzaba la Collins le pegaron tres tiros en la nuca y lo dejaron a merced de los vagabundos que ni se preocuparon en enterrarlo.


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