Yuyos de Traslasierra





Una versión acerca del asesinato de Casal Fuentes padre, tal vez la más descabellada, habla de los que llevan la posada Zen de Las Margaritas. Dicen que el matrimonio de médicos animistas percibió unas ondas electromagnéticas negativas en el espacio. Se sostiene que estaban en comunión con la vida extra terrestre y que a Octavio Casal Fuentes decidieron eliminarlo por una cuestión de pureza del aire. Dicen que organizaron un viaje astral para seres de alguna galaxia lejana. Los que vinieron de allá empuñaron el arma de Octavio Casal Fuentes hijo, se adueñaron de su cuerpo y mataron a Octavio Casal Fuentes padre.

Otra fuente relaciona el asesinato con la banda de Mina Clavero. Este grupo de pequeños hoteleros liderado por José Manuel Pedichino, propietario del Mirador del Panaolma odia San Esteban. Pedichino y sus acólitos siempre fueron partidarios del monopolio de Mina Clavero. Su resentimiento va dirigido a los terratenientes afincados al Sur que pueblan el valle a partir de Las Margaritas. La fuente indica que han declarado una guerra comercial que puede que empiece con este crimen. Tal vez seguirán con Tapias y Würthental, otros dos grandes capitanes de la zona Sur. La fuente dice que los mineclaveristas especulan con que el asesinato espantará a artesanos, naturistas y hippies, a quienes consideran cobardes y estúpidos.

Otro rumor señala al francés del museo, Jacques Renoir. Una leyenda dice que la familia del francés y la de Würthental se enfrentaron en Nono durante la Segunda Guerra Mundial. Cuentan que fue una batalla sucia y sangrienta en la que los sobrevivientes quedaron resentidos. El rumor indica que la amistad de Bruno Würthental con Octavio Casal Fuentes alimentó el recelo de Renoir. La versión se alimenta de la leyenda: la larga reyerta ya lleva varios asesinatos ocultos en los anales de la historia.

Don Tapias es fundador de las Tapias y propietario de la Posada de Tapias. Es otro miembro ilustre de la zona, de quien se dice que también ha sido represor en la guerra sucia, al igual que Casal Fuentes. Se dice que incluso han sido miembros del mismo escuadrón. Tapias siempre estaba de parte de Casal Fuentes, al igual que el Nazi Würthental, del cual se comentaba que había regido un campo de concentración, no en Alemania, sino en Devoto. Los tres personajes se reunían a conversar regularmente sobre el problema del bolcheviquismo en la posada de Casal Fuentes y en la de Tapias. A pesar de la camadería que los unía, hay una versión que lo inculpa a Tapias en el asesinato de Casal Fuentes. Se habla mucho de la alemana solterona que lleva la posada Los Aromos, Hanschen Gretschen. Se dice que tuvo una disputa de caballos con el hijo de Octavio Casal Fuentes.






Casal hijo, tipo taciturno de barba al estilo del conquistador Jerónimo Luis de Cabrera, era criador de caballos. Cruzaba San Esteban sobre un corcel blanco terco y retacón que aparentemente había sido propiedad de la Gretschen. Dicen que el asesinato encubre una oscura trama de venta de animales por parte de Tapias a Hanschen Gretshen y a Octavio Casal Fuentes hijo en paralelo. El mercado turístico de Traslasierra se reduce a un solo mes de verano. El invierno es muy pobre, por eso la tenencia de los escasos animales buenos es motivo de disputas. Dicen que en realidad Tapias es amante de Hanschen, que por eso le vendió animales que eran para Octavio Casal Fuentes hijo y que la forma de sacárselo de encima a Casal Fuentes hijo fue matarlo a su padre y luego inculparlo a él.

Por supuesto se ha acusado a los Achával Bermúdez, eternos rivales de los Casal Fuentes, de haber fomentado el parricidio a través de un encuentro furtivo entre la menor de los Achával y el hijo de Casal Fuentes. El hecho enconó el enfrentamiento padre-hijo. Los pequeños hoteleros y propietarios de restaurantes de Traslasierra me lo contaban todo. Hablaban de las rencillas y miserias de la eterna disputa entre las familias. Los Achával Bermúdez gozaban de más simpatía que los Casal Fuentes. Pero nadie jamás acusó en forma directa a la viuda de Achával Bermúdez, en parte por devoción a la dignidad de la familia más respetada de la zona.

Casal Fuentes hijo se la hacía a la dueña del bar de la entrada del pueblo, a Chiqui González, la esposa de Mario Aurelio González, alias el chino, eso dicen muchos que los vieron juntos. Chiqui era rara. Practicaba vudú y se especializaba en pizzas vegetarianas. Casal Fuentes hijo también era amigo de los Rosental, propietarios de la tienda de artesanías del pueblo. Esto a pesar de que su padre, igual que los Achával Bermúdez, Tapias y Wurthental, declaraba abiertamente su completa aversión a la raza semita. Casal frecuentaba además a los artesanos Marricone, tomaba mate con esa familia enorme de siete hijos. Para Casal Fuentes padre siempre parece haber sido un problema una sociabilidad demasiado abierta de su vástago, algo que aparentemente lo enfrentó a muerte con él. Dicen que si no hubiera sido su padre hubiera sido él, que una de las innumerables discusiones entre padre e hijo había terminado a los tiros, con Casal Fuentes padre como víctima.


Don Octavio Casal Fuentes padre, terrateniente de Buenos Aires, había plantado pinos y había desviado un arroyuelo creando un pequeño paraíso privado en su campo de cuarenta mil hectáreas en San Esteban. Solo cuatro o cinco habitaciones, el rumor del río, las setas en invierno confundiéndose con la roca y le hierba, el aire puro y la imponente vista del Champaquí que asomaba detrás de los árboles le daban la posada San Esteban un poder intenso sobre el que la visitaba. Daban ganas de quedarse allí para siempre, una sensación que contrastaba vivamente con la voz de comandante del represor Casal Fuentes. Porque el hombre había sido milico y había liquidado subversivos, según comentaban. A quien sabía eso Octavio Casal Fuentes padre le podía parecer revulsivo. Pero no era necesario, el personaje se dejaba odiar solo por su forma de ser. Siempre decía algo que ofendía o dolía a su interlocutor. Una versión dice que se había tramado una especie de complot colectivo para eliminarlo a este hombre que representaba a lo peor de la oligarquía argentina de un escopetazo anónimo. Pero que por alguna razón hubo que inculparlo al hijo de Casal Fuentes porque quien lo hizo, aparentemente Rosental, se acercó demasiado e iba a ser descubierto

Una fuente habla del ex propietario del viejo y decadente Hotel San Nicolás, el Dr Moyano Juárez, un abogado sumergido en deudas impagables. Dicen que el Doctor había sobornado al chef del restaurante Los Vientos del Sur: Federico Loisteau. El cocinero se presentaba como chef con cuatro estrellas Michelín, nunca nadie corroboró la autenticidad de esta afirmación. Se había instalado en San Nicolás para crear la mejor cocina del país y odiaba a los terratenientes que le hacían competencia desleal con un cabrito y un pescado de pésima calidad. Dicen que lo pudo haber envenenado a Casal Fuentes.

Muchos involucran a Pascual Duarte, un personaje mesiánico proveniente del conurbano bonaerense que era un guía turístico fabuloso. De pelo y barba negra extensa, Duarte hablaba como si hubiese vivido en Calcuta y se hubiera impregnado de una filosofía oriental para transmitir sus vivencias en Traslasierra. Llevaban a los azorados turistas porteños en una camioneta destartalada y triste como su propio aspecto. Los paseaba a lo largo del Panaholma, hablándoles de las propiedades curativas del único arroyo con aguas termales cálidas de la zona. Los llevaba al nacimiento del río Mina Clavero, sugestionándolos con oscuras leyendas de Comechingones y Sanavirones que les rendían culto a las rocas sagradas en el origen del río. Dicen que Pascual Duarte tenía un trato con Octavio Casal Fuentes para hacer excursiones desde la posada hasta que había habido un confuso episodio en el Nido del Aguila. No se sabe por que la excursión culminó con un turista con la cabeza partida llevado por la corriente del río Mina Clavero. Parece que eso le arruinó el negocio a Pascual Duarte y este nunca se lo perdonó a Casal Fuentes.

Una versión incluso inculpa al loco de Villa Cura Brochero. El discurso se mezclaba con la fantasía en el alucinado relato de Jonás Altamira. El dueño del restaurante Don Pacheco decía a quien quisiera oírlo que llevaba cuatro generaciones regenteando restaurantes en Callao, Capital Federal. Mostraba una foto de toda su familia, incluyendo a su bisabuelo. Todos iban con típico atuendo de mozos de Buenos Aires en un retrato que los inmortalizaba detrás de una barra de un restaurante de Callao. El loco Altamira decía que Don Pacheco, el propietario anterior, al principio no le había querido vender el local, ubicado en pleno centro de Villa Cura Brochero. Y ahí es donde deliraba con la historia alucinada de que ese lugar había pertenecido a una reencarnación suya antes de esta vida. Me habían comentado los del hotel La Luna que a Pacheco lo había matado el loco, pero nadie se atrevía a afirmar esto en público ni a enfrentarse a él. Decían que si el loco alucinaba con que uno le había birlado algo en una vida anterior, lo liquidaba en el acto. Que había muchos crímenes impunes del loco en Cura Brochero. Ni siquiera el intendente con su séquito de curas parroquianos se animaban a acusarlo. Reencarnación se llamaba su mujer, una aborigen muda que un día lo encontró en el baño, tieso, semipodrido, muerto en el acto de sentarse en el inodoro. Reencarnación había convivido con él teinta años pero se había ausentado dos semanas a Cruz del Eje, de donde venía. En ese baño el loco guardaba el arma con la que amenazaba a quien se acercara.


La agudeza y los recursos de la policía local de Villa Dolores son escasos. Por eso cuando el Sargento García llegó al lugar del crimen y vio el dolor en el rostro de Octavio Casal Fuentes hijo, cuando vio que tenía la pistola 45 aún caliente en la mano no lo dudó un instante. Arrestó a Casal Fuentes hijo, lo internó en la comisaría de Villa Dolores y lo dejó que se pudriera en Encausados de Córdoba hasta que la lenta justicia abriera y cerrara el expediente. Hoy el imbécil sufre una condena de cuarenta años por parricidio, sin atenuantes. Todo llega a su fín, aún en un país de justicia lenta e inexacta como éste.

Octavio Casal Fuentes hijo me llegó a deber bastante dinero por algo que le arreglé en su baño con productos químicos caros, cuando representaba a la firma Roemmers en todo el valle de Traslasierra. Una vez Octavio prometió pagarme con un caballo viejo, pero gentilmente decliné la oferta. Yo trabajaba con los baños de todos los hoteleros de la zona. Les demostraba el funcionamiento de los productos químicos sobre residuos orgánicos, así que me pasaba unas horas hablando con cada uno, entraba a sus casas, me invitaban a comer. La gente de Traslasierra es naturalmente locuaz y hospitalaria. Los baños dicen mucho de la gente.. Cuando entré al baño de Casal Fuentes hijo me di cuenta de que no me pagaría nunca. Ese descuido rayano en la desgracia que uno percibía también al verlo andar como un sonámbulo por San Esteban lo delataba.

¿Qué leyenda podría retratar a un oscuro viajante, vendedor de productos químicos en un crimen como el de Casal Fuentes padre? Que alguien me debiera dinero en la zona no iba a ser ni el primer ni el último caso el de Casal Fuentes. Pero que se burlaran de mí de esa manera, queriéndome encajar un caballo primero y luego acostándose con la mujer de mi vida, con la hija menor de los Achával Bermúdez fue imperdonable. Que se muera él en la cárcel y su padre en el infierno. Que purgue el represor por las víctimas que torturó impunemente, entre las cuales se cuenta mi hermana.

Nadie sospecha que un forastero que estaba poniendo productos químicos en un baño. Nadie sabe que existen venenos que provienen de los yuyos de las sierras, cultivados en la base del Champaquí, que hacen que la gente confiese cosas que no hizo. Que paralizan por un rato y luego dejan que alguien vuelva en sí con un arma en la mano, listo para ser juzgado y para pudrirse en la cárcel.

Comentarios

Pedro Halac ha dicho que…
Tienes que leer el libro de un colega tuyo "Hitler en Bariloche". Tiene que ver mucho con tu cuento. Slds, IN

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