Los humores de Harry



Harry Belafonte Junior no era un tipo fácil. Se le podía adivinar en la mirada que en algún momento se retobaba, miraba de reojo y daba una estocada difícil de digerir. Empezaba siendo generoso, familiar, fiel a sus orígenes en la remota Sicilia. Luego se tornaba dulzón y sentimental. Y cuando llegaba el momento del pago se echaba para atrás de cuanta había dicho, hasta llevar las cosas a un extremo insostenible, intentando manipular la situación para dejar al otro parado en la peor situación imaginable.


Así empezó todo. Mejor dicho, así terminó todo. Era una tarde gris en South Miami. Douglas el peluquero había explicado lo suyo, es decir, tampoco podía pagar ese día. Así que me dirigí al restaurante de Harry, en la esquina de la calle 4 y US 1, allí donde se han puesto unos locales medianamente aceptables en una ciudad decente, en medio de la nada, como lo es South Miami. Pinecrest es el distrito que vale y lo otro es basura, Cuttler Ridge, Homestead, zonas castigadas una y otra vez por la pobreza haitiana y los huracanes Quería cobrarle a Harry, tenía los recursos para pagar por mi trabajo de protección, otras veces lo había hallado en su humor melancólico y me había pagado sin problemas, solo porque le recordaba algo de su tierra. Un patrullero de la ínfima ciudad, con la inscripción South Miami Police se había detenido a pedir unas pizzas en lo de Harry, así que me encontré discutiendo el asunto con Harry teniendo de testigos nada más ni nada menos que a los agentes del orden del distrito. Harry estaba con su ánimo dulzón, cortando las pizzas, con un enorme delantal blanco manchado de grasa, sosteniendo una fuente con mozarella y hongos, tratando de mantener el orden en una cocina caótica que por momentos lo rebalsaba. En una mesa, en una esquina, estaba su madre, al lado su tía, ambas vestidas de negro, señoras delgadas y enjutas que vociferaban en italiano cosas incomprensibles. Al fondo de la cocina estaban sus tres hermanos, amasando. Harry cocinaba la mozzarella por separado y se afanaba por hacer unos calzoni espectaculares en un verdadero horno de barro. Todo terminó con un comentario sarcástico que lancé sobre Genaro Cuestas Rigazzi, el capo de la zona, un amigo íntimo de Harry que le había encargado varios banquetes. Solo dije que Genaro me parecía un tipo sucio. Solo dije que los que no me pagaban, entre ellos Genaro, me parecían sucios y que no iba a trabajar más con él. Fue todo lo que dije.

-No te metas con Genaro, es mi amigo- dijo Harry y me dio la espalda. Cuando giró de nuevo su rostro estaba desencajado. Los conflictos entre las personas deben permanecer en la intimidad. Sobre todo si viven en el mismo distrito. Me dí cuenta tarde. Asi fue como conocí la faceta oscura de Harry. Sus dos tías se incorporaron y salieron en la tarde húmeda de South Miami , los policías se largaron sin más y me quedé solo con él, cara a cara. Pero ya no era el Harry de una dulzura impostada y desagradable. Era mucho peor que eso. De pronto me quedé frente a él y a un guiño trajo a sus tres hermanos al front desk. Por alguna razón dejaron de entrar clientes, estos tres dejaron de amazar y de avanzar con su faena y se dedicaron a mirarme. Solo me miraron, como quien mira a un extraterrestre. Y Giorgio, hermano de Harry, le preguntó:

- Qué ha dicho este de Genaro? Dime

- Ha dicho que Genaro es un sucio.
Tal vez cultivan el arte de la telepatía, pero en ese preciso instante cruza Genaro la puerta del local, los tres hermanos de Harry, Giorgio, Bruno y Lucchesso, se transforman en masa, Harry se convierte en Mozzarella. Y yo me doy cuenta que nunca más voy a salir de ese restaurante.

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